21 de mayo de 2008

Easy doesn't fit in the grown-up life

No dejo de fascinarme con este desfile de colores tornasolados. Un pasillo interminable de luces, imágenes, recuerdos. De fondo suena una música extrañamente agradable. Sigo mi camino, como flotando por esa inmensidad de recuerdos, ese pasillo de memorias.

Al principio me sentí extasiado, feliz y hasta melancólico, frente a mí cruzaban muy rápido los recuerdos de una infancia feliz, navidades en una familia muy numerosa, una mesa que desborda de abundancia, que contagia felicidad. Cada persona al borde de esa mesa me lleva a otros recuerdos que pasan cada vez más rápido, de primos lejanos, de mis abuelos, mis tíos, mis hermanos.

Casi sin darme cuenta llego al final de este extraño pasadizo de recuerdos, a mi frente un inmenso vacío incoloro, se escuchan ruidos imposibles de descifrar, cruzan muy rápidamente figuras borrosas que emiten a su paso un ruido extrañamente desolador.

Miro hacia atrás, y me endulzo con el agrado de mis últimos pasos, me siento entumecido, semidormido, como si hubiera pasado por un mundo de ensueño. Y miro hacia adelante, el vacío tenebroso que procede mis pasos.

Despierto en ese mismo instante, y desde entonces es todo en lo que sueño. Recorro toda esa galería de dulzura, y llego al punto donde debo decidir. Es muy frustrante saber qué camino debo tomar, y a la vez saber que será el menos agradable de recorrer.

No despierto por el simple hecho de despertar. Esa es mi decisión. Es hora de despertar. “easy doesn’t fit in the grown-up life”.

23 de abril de 2008

Recapitulaciones

Los primeros días nada más se perdía en el letargo de la rutina, de la no-necesidad de hacerlo, dentro de todo, no había pasado tanto tiempo desde la última vez.

Hubo un tiempo después, cuando sencillamente dejé de prestarle atención, rara vez recordaba su existencia, y los escasos momentos que pasaba frente a él, me excusaba en la sencillez del desinterés, de la falsa escasez de tiempo. Las excusas que tiene uno para no hacer lo que sabe que tiene que hacer...

Ya más adentrado en el tiempo, lo veía de pasada, cada vez menos frecuentemente. No creo que haya notado mi presencia, al menos esa era la idea, los dos podíamos simular que nada había ocurrido.

Pero más allá de su inconsciencia, de su irrelevante opinión sobre mi desaparición, hace un tiempo entendí que mi desinterés no es sólo con él. Eso si se lo puede llamar "desinterés". Es honesta falta de tiempo, falta de ánimo, falta de buen humor. El buen humor que puede necesitar una persona para hacer lo que le gusta hacer y no considerarlo un quehacer, que sea un hobbie, que sea un "quierohacer".

"El" no es solamente este blog, "El" son todos los placeres de mi vida que me he privado por no saber administrar mi suerte. Por no reservar algo de esa felicidad que tanto me dieron para dársela a la persona más importante cuando más la necesita. Y no saber seguir adelante con esa incapacidad. No saber solucionarla. No saber explicarla.

21 de febrero de 2008

Hoy no

Siento el frío que azota mi nuca y sacude mi cabeza dejando una resaca de escarcha en mi pelo. El sol asoma como por primera vez, por sobre el horizonte borrascoso, más allá del último pino solitario. Mi comida escasea, mi sueño me puede, y el entumecimiento que empezó como un caso localizado, se ha extendido a gran parte de mi cuerpo, mis brazos y piernas particularmente. Mis pies se mueven al ritmo de la música que hace mi equipaje, mi mochila baila al compás de mis torpes pasos, arrítmicos y aún sincrónicos.

Tropiezo una y otra vez con la nieve y mis propios pies, y en mis muslos siento el dolor de quien ha subido una escalera hasta el cielo. Pero sé que no puedo detenerme, sé que por más que el cansancio me pueda, la vida debe poder más. No puedo haber nacido y vivido para morir de esta manera… Miro hacia el cielo, y repito: “Hoy no, Dios, hoy no”.

Sigo mis pasos llenando mi cabeza de pensamientos vacíos, me recuerdo mi último pensamiento. Es extraño, jamás en mi vida me consideré creyente, y aquí me ves, aquí y ahora, estamos solos tú y yo. Sería una lástima no ser creyente ahora, si no es por él que sigo vivo, entonces ya estoy muerto. ¿Qué sentido tiene? No sé si lo pensé como el victorioso que aclama en un grito de valentía “Hoy no, Dios!” o si simplemente lo pensé en un tono de súplica, el tono de “por favor, no me lleves todavía”.

No señor, nunca fui creyente, ¿pero qué sentido tendría ver este paisaje yo solo?, es solamente un abismo asquerosamente blanco, que refleja la poca luz existente y la convierte en vacío. Qué patético sería que no existieras, si he luchado tanto para ver esto yo solo, este paisaje tan desagradable, y que sin embargo ahora me parece tan admirable.

No puedo moverme ya, prefiero sentarme contigo y dejar que el sol entibie mis pómulos, ya tendré tiempo de seguir. Desparezco como el último bip del radar, dejando la naturaleza muerta de este paisaje intacta, era una lástima arruinarla con los despojos de una lucha de vida. Haya estado solo o no, estuve lo suficientemente cerca de saber la respuesta, sólo lo suficiente. Ahora todo tiene sentido.

14 de febrero de 2008

Jueves

“Para el, era una mañana como cualquier otra”
Cómo odiaba leer esa frase en cualquier lado, me recordaba a mis antiguos exámenes de inglés, cuando los profesores nos daban ideas para escribir historias. Claro, por eso son profesores y no escritores, pensé. Cerré el libro de un golpe, y salí de la librería, ya había visto suficiente, no era un libro lo que buscaba.

El centro estaba igual que cualquier otro jueves, no tenía el tumulto y la ansiedad de los lunes, ni la muerte lamentable de los fines de semana. Un jueves se caracteriza por siempre ser neutral. No es un viernes, así que la gente no está apurada por ir rápido a su casa y descansar con su familia, es el único día cuando la gente siente que puede perder un par de minutos mirando vidrieras, cuando no le molesta perder un ómnibus en la tarde, cuando puede caer alguna gota y no va a ser motivo de ira.

Claro, eso pasaba en mi cabeza, porque solamente yo debía sentirme así. Llevaba casi una semana de trabajo bastante pesado, y sabía que por más que faltara un día para mi merecido descanso, lo grueso ya había pasado. Como todos los jueves.

Sumido en ese pensamiento, caminé las siguientes cuadras de la principal, y me pregunté por qué una vez que uno se habitúa a caminar por ciertas calles, deja de hacerlo por otras. Hacía meses ya que no sentía el contagio del stress de los que caminan apurados yendo a ningún lugar, los bocinazos constantes de la hora pico, las puteadas de los taxistas, y la cara de desasosiego de las vendedoras de las tiendas, acostumbradas ya a ver aquel desfile interminable de gente. Aquello que a uno le parece tan fascinante como ver una civilización totalmente desconocida, y ellas solamente lo miraban como si miraran una piedra, confundiéndose con maniquíes.

Volví a la realidad. Como suele pasarme, luego de pensar tanto tiempo en nada, miro hacia atrás para confirmar que he pasado diez cuadras sumido en un pensamiento e intento nuevamente programarme para mi función, mi libre albedrío podría llevarme a la Luna. Me volví consciente del calor que sentía, y por primera vez en el día pensé lo agradable que sería llegar a casa, así que intenté concentrarme y seguir mi camino, ya no faltaba mucho.

Fue entonces cuando sentí un frío que me recorrió el cuerpo, desde la nuca y se extendió lentamente hacia la parte baja de mi espalda. Efectivamente, estaba lloviendo. Miré hacia mi alrededor buscando marcas de gotas en el piso, pero claro, llevaba diez cuadras empapándome. Fue como abrir los ojos por primera vez. Volví en mí, de nuevo. Comencé a caminar con más prisa, ya faltaba poco. Y fue ahora cuando sentí una sensación similar a la anterior, pero esta vez caliente. Un calor que me rodea la cara, más lento que el agua, más rojo que el vino. Intento nuevamente volver en mí, pero claro, mis diez cuadras fueron largas, una mezcla de sangre y transpiración me recorre la cara desde la sien hasta el mentón.

Me sigo confundiendo en el stress que se mueve por la principal. Rstoy cansado de caminar, si sigo siendo invisible hasta para mí mismo. Me sigo mojando, sigo sangrando, pero hace diez cuadras que peso menos, hace diez cuadras que no dejo huellas, por primera vez soy invisible de verdad.